Queridos amigos y familiares (sobre todo
familiares)… ¡SIGO VIVA! Ni me he quemado las manitas cocinando, ni me las he
pillado con la puerta, ni me ha dejado de correr la sangre por ellas a causa
del frio. Simplemente no he tenido tiempo para escribir y espero tener memoria
para recordar todo lo vivido en estos días… ¡Lo siento!
No he parado. El segundo día, los
coordinadores tuvieron el detalle de organizarnos una fiesta en un bar de lo
más Erasmus que se despecha para “romper el hielo”. ¡Y vamos si lo rompimos! Aquello
parecía una verbena al más puro estilo andaluz con todo tipo de coreografías
que se podían calificar de todo menos “sexy” (el baile de la Macarena, Paquito
el chocolatero…) Y sí que es cierto que los españoles fuimos los potenciadores
de dichos actos, pero realmente los protagonistas fueron los Coreanos, ellos sí
que se dejan la piel en la pista.
Como nos va la marcha, no dudamos en
organizar una cenita Korean-spanish al día siguiente, una combinación de lo más
extraña en la que dada la escasez de menaje en las casas, podías encontrarte en
tu plato una tortilla de patatas acompañada con sushi o una sopa de pájaro (o
algo así) con ensaladilla de guarnición. Sin ánimos de presumir, debo decir que
la comida española fue un autentico éxito entre los asiáticos, o quizás sea que
están acostumbrados a cenar a las 7 y eran las 10 cuando empezamos. No comían, engullían.
Durante el fin de semana hemos seguido con la
misma tónica, cena y despotrique en la casa del pobre que haya tenido la
brillante idea de ofrecer su casa. Porque aquí no importa que el anfitrión te
haya invitado o no, lo importante es que te enteres ya sea de primera mano o de
oídas.
Llegado el domingo imaginas que a determinada
hora de la tarde entraras en un estado de melancolía y nostalgia añorando el ansiado
fin de semana y deseando que vuelva a la mayor brevedad. ¡Pero no! El inocente
café de la sobremesa del domingo desembocó en una gran fiesta de carnaval en el
teatro de la ciudad. Y ¿por qué no? Un bailecito, una cervecita y otra
fiestecilla con la escusa de “adaptarnos”…
Y es que hay que reconocer que en las Erasmus
Party’s es donde más inglés he practicado y cuando mejor se me entiende. Mi pronunciación
mejora notablemente con un par de cervecitas.
Aquí termina mi primer fin de semana en
Venlo, aunque la situación entresemana no parece diferir mucho… Estabilidad y Erasmus
no son palabras que se puedan unir en estos momentos, pero motivación y
experiencias inolvidable van de la mano por las frías calles de esta ciudad.