lunes, 30 de enero de 2012

Preámbulo


Llegó el momento. ¡Mañana me voy de Erasmus! Como era de esperar llevo haciendo las maletas varios días, pero hasta hace unos minutos no las he terminado… Recuerdo aquella frase: “Todo trabajo se dilata indefinidamente hasta ocupar todo el tiempo disponible para su completa realización”. Qué sabio ese tal Parkinson…

Debo decir que no resulta tarea fácil reducir toda tu vida (material) a 35 kg de peso. Te planteas si en aquel lugar venderán todo aquello que no puedes llevar (folios, lamparitas de mesilla de noche…) y supongo que es el pánico del momento, porque son planteamientos preocupantemente absurdos.
Las despedidas también son momentos bastante difíciles en estas situaciones, claro que recomiendo realizarlas todas en un corto periodo de tiempo, así como unos tres días a lo sumo. ¡No como yo! Concretamente mis despedidas (sobre todo familiares) comenzaron un 25 de Diciembre de 2011, Navidad. Es muy práctico recurrir a esos momentos tan entrañables para empezar a decir adiós a los tuyos. Sin embargo, estas personas tan allegadas, pasado un mes de aquellas fechas tan señaladas, vuelven a llamar a casa. “¿Qué tal estáis?” “El otro día te vi en el Canal Noticias Huelva” “¿Cómo va la entrada de año? Dicen que pasando Enero, pasa el año entero”. Vamos, lo típico. ¿Y quién contesta al teléfono? ¡Pues la que se iba de Erasmus! “Niña, ¿tú no te ibas al extranjero? Tendrás que venir a despedirte de tu tía/primo/sobrina/o quien sea que te haya visto crecer”. Este sábado terminé dicha tarea, repleta de consejos de todo tipo y broncas por anticipado.

Claro que con los amigos es muy distinto… Digamos que lo “celebras” de otra manera. Ellos no te dan consejos, más bien fomentan tu ingenio y originalidad con comentarios del tipo: “¡Te vas a comer los Países Bajos en un plis!” o “ya puedes ir organizando algo gordo para cuando vaya a verte”. Claramente, ellos lo dejan todo en mis manos.

Aunque es cierto que, pese a las peculiaridades de cada uno, el sentimiento es similar. Voy a echar muchísimo de menos a todas y cada una de las personas que he despedido en infinitas ocasiones, y también a aquellas que no haya podido despedir tantas veces (se han tenido que conformar con una o dos).

En fin, mañana me despertaré, cogeré mis tres maletones con mis dos manitas (no me preguntéis cómo), diré adiós una vez más a mis seres queridos y me marcharé a vivir una experiencia irrepetible e inolvidable. ¡Cuántas ganas! Y cuánto miedo…

¡Deseadme suerte!